Una plaga agrícola perniciosa debe parte de su éxito a un gen que fue robado de su planta huésped hace millones de años. El hallazgo, publicado hoy en Cell1, es el primer ejemplo conocido de una transferencia genética natural de una planta a un insecto. También explica una razón por la que la mosca blanca Bemisia tabaci es tan hábil para masticar cultivos: el gen que extrajo de las plantas le permite neutralizar una toxina que algunas plantas producen para defenderse de los insectos.
Los primeros trabajos sugieren que la inhibición de este gen puede hacer que las moscas blancas sean vulnerables a la toxina, proporcionando una ruta potencial para combatir la plaga. “Esto expone un mecanismo a través del cual podemos inclinar la balanza a favor de la planta”, dice Andrew Gloss, quien estudia las interacciones planta-plaga en la Universidad de Chicago en Illinois. "Es un ejemplo notable de cómo el estudio de la evolución puede aportar nuevos enfoques para aplicaciones como la protección de cultivos".
La diminuta mosca blanca, que está más relacionada con los pulgones que con las moscas, causa estragos en la agricultura en todo el mundo. Bemisia tabaci se encuentra entre las plagas de plantas más destructivas: las moscas blancas absorben la savia azucarada de cientos de tipos de plantas, mientras excretan una sustancia pegajosa y dulce llamada melaza que sirve como caldo de cultivo para el moho. Las moscas blancas también son vectores de más de 100 virus de plantas patógenos.
Genes robados
Que algunas especies de mosca blanca puedan deber parte de su habilidad depredadora a genes de otros organismos no es del todo sorprendente, porque el robo genético es común en la carrera armamentista entre plantas y sus plagas. Durante millones de años, tanto las plantas como los insectos han tomado prestado en gran medida de los genomas microbianos, a veces utilizando sus genes recién adquiridos para desarrollar estrategias defensivas u ofensivas.
Algunos insectos, como el barrenador de los frutos del café (Hypothenemus hampei), han saqueado genes microbianos para extraer más nutrientes de las paredes celulares de las plantas difíciles de digerir2, y un pariente silvestre del trigo ha robado un gen fúngico para combatir una enfermedad fúngica llamada tizón de la cabeza 3. Pero hasta ahora no se sabía que las plantas y los insectos se robaran entre sí.
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